En el contexto del juicio por el golpe de Estado que enfrenta el expresidente Pedro Castillo, las tensiones entre sus seguidores han alcanzado un nuevo nivel. Durante una jornada de apoyo al exmandatario, un grupo de simpatizantes agredió a Aníbal Torres, ex primer ministro y coacusado en el mismo proceso judicial. Este incidente ha puesto de manifiesto las divisiones internas que marcan al castillismo, un fenómeno que se ha intensificado desde la detención de Castillo.
La llegada de los seguidores de Castillo al complejo policial Dinoes fue organizada, con grupos que portaban banderas de dos partidos en proceso de inscripción: Todo con el Pueblo (TCP) y Adelante Pueblo Unidos (APU). Aunque al principio parecían unirse en su apoyo a Castillo, la situación se tornó violenta cuando Aníbal Torres, quien había sido parte del gabinete de Castillo, fue agredido al salir del juicio. Los gritos de «topo» y «traidor» resonaron entre los manifestantes, evidenciando la fractura en el movimiento castillista.
La división entre los simpatizantes de Castillo se ha acentuado en los últimos meses, especialmente en torno a la figura de Aníbal Torres. Algunos lo ven como un traidor, mientras que otros lo consideran leal al expresidente. Esta polarización se ha manifestado en las redes sociales y en las calles, donde los seguidores de ambos partidos han comenzado a cuestionar la lealtad de los demás.
El juicio de Castillo, que podría resultar en una condena de hasta 34 años de prisión, ha sido un catalizador para estas tensiones. Los castillistas se han agrupado en torno a la defensa de Castillo, pero la falta de un liderazgo claro y las disputas internas han dificultado su cohesión. La aparición de Torres en el juicio, quien ha sido señalado por algunos como responsable de la situación de Castillo, ha exacerbado aún más estas divisiones.
La situación se complicó cuando Torres, al salir del juicio, fue rodeado por un grupo de manifestantes que lo insultaron y agredieron. A pesar de los intentos de algunos miembros de APU por protegerlo, la tensión se hizo evidente. Este episodio no solo refleja la fractura interna del castillismo, sino también la lucha por el control y la representación del legado de Pedro Castillo.
Ambos partidos, TCP y APU, han intentado capitalizar la figura de Castillo, pero sus diferencias han llevado a una falta de unidad. Mientras TCP se ha centrado en la defensa de Castillo, APU ha buscado establecer su propia identidad política, lo que ha generado confusión y descontento entre los seguidores. La falta de un liderazgo unificado ha permitido que surjan acusaciones de traición y deslealtad, lo que ha llevado a enfrentamientos entre los propios simpatizantes.
El incidente con Aníbal Torres ha puesto de relieve la fragilidad de la unidad entre los castillistas. A pesar de que ambos grupos comparten el objetivo de apoyar a Castillo, sus diferencias ideológicas y estratégicas han llevado a un clima de desconfianza. La situación se ha vuelto aún más complicada por la proximidad de las elecciones de 2026, donde la figura de Castillo sigue siendo un tema candente.
En este contexto, las tensiones entre los seguidores de Castillo no solo afectan su capacidad para organizarse y movilizarse, sino que también reflejan las luchas internas por el control del movimiento. La polarización entre los simpatizantes de Castillo y la falta de un liderazgo claro han llevado a un ambiente de confrontación que podría tener repercusiones en el futuro político del país.
La situación actual del castillismo es un recordatorio de cómo las divisiones internas pueden socavar un movimiento que, en teoría, debería estar unido en torno a un objetivo común. La agresión a Aníbal Torres es solo un síntoma de una enfermedad más profunda que afecta a los seguidores de Pedro Castillo, quienes deben enfrentar no solo la adversidad externa, sino también sus propias divisiones internas si desean avanzar en su lucha por la libertad de su líder.