La presidenta Dina Boluarte se encuentra en el centro de un complejo entramado político donde las lealtades y las dinámicas de poder juegan un papel crucial. En su círculo más cercano, se destacan dos figuras opuestas: Eduardo Arana y Morgan Quero, quienes representan diferentes estilos de apoyo y asesoría. Arana, el ministro de Justicia, se caracteriza por su actitud sobria y minimalista, mientras que Quero, un politólogo apasionado, es un ferviente defensor de la figura presidencial.
Arana ha sido apodado el ‘premier en la sombra’ por su capacidad de influir sin necesidad de adulación excesiva. Su cercanía a Boluarte le permite actuar como un abogado del poder presidencial, ofreciendo consejos que a menudo son más críticos que complacientes. En contraste, Quero, quien ha estado al lado de Boluarte desde sus inicios en el Midis, se ha convertido en un ideólogo que defiende abiertamente su liderazgo, incluso en momentos de crisis.
La relación de Boluarte con sus ministros es un reflejo de su estilo de liderazgo. Ella parece valorar la lealtad y la defensa pública de su figura, lo que ha llevado a algunos ministros a priorizar su apoyo a la presidenta sobre sus propias agendas. Este fenómeno se ha visto acentuado por la reciente censura de Juan José Santiváñez, exministro del Interior, quien fue criticado por su cercanía a la presidenta, lo que generó un debate sobre los límites de la lealtad en el gabinete.
La preferencia de Boluarte por un entorno masculino también ha sido objeto de análisis. A pesar de haber comenzado su gobierno con un gabinete más paritario, la mayoría de los altos cargos están ocupados por hombres. Esta dinámica ha llevado a cuestionamientos sobre la representación femenina en su administración y cómo esto afecta la toma de decisiones.
El papel de la adulación en la política de Boluarte es notable. Ella parece responder positivamente a los elogios y a la defensa pública, lo que ha llevado a algunos ministros a adoptar un enfoque más servil en sus interacciones. Esto se ha manifestado en la forma en que algunos funcionarios se presentan en conferencias de prensa, donde su prioridad es demostrar su lealtad a la presidenta antes de abordar temas de su sector.
La influencia de figuras como el gobernador de Ayacucho, Wilfredo Oscorima, también ha sido significativa. Oscorima, quien ha sido descrito como un ‘andean lover’, ha logrado captar la atención de Boluarte al presentarse de manera audaz y ofrecerle regalos ostentosos, lo que ha generado un debate sobre la naturaleza de las relaciones políticas en su gobierno.
En este contexto, la presidenta Boluarte ha mostrado una sensibilidad particular hacia la adulación masculina, lo que ha llevado a la percepción de que su administración se basa en una dinámica de poder tradicionalmente patriarcal. Las críticas hacia su gestión, tanto de hombres como de mujeres, son vistas como acoso político, lo que ha llevado a una cultura de defensa incondicional entre sus ministros.
La reciente destitución de varias ministras ha puesto de relieve esta preferencia por un entorno masculino. La salida de Hania Pérez de Cuéllar y Leslie Urteaga, entre otras, ha sido interpretada como una señal de que Boluarte prefiere rodearse de hombres que no cuestionen su autoridad. Esto ha generado un clima de incertidumbre en el gabinete, donde la lealtad se ha convertido en un requisito indispensable para la permanencia en el cargo.
A medida que se acercan las elecciones de 2026, la dinámica de poder en el gabinete de Boluarte será crucial para entender cómo se desarrollará su administración. Las lealtades, las adicciones políticas y la representación de género seguirán siendo temas de debate en un contexto donde la presidenta busca consolidar su liderazgo en un entorno cada vez más desafiante. La forma en que Boluarte maneje estas relaciones y las críticas que enfrenta determinará no solo su futuro político, sino también el rumbo del país en los próximos años.