Desde hace siete meses, Evo Morales, el expresidente boliviano, se encuentra prácticamente recluido en Lauca Ñ, una pequeña localidad del Trópico de Cochabamba. Este lugar ha sido su fortín político y social desde que se convirtió en dirigente cocalero. A medida que se acerca la campaña presidencial, que culminará el 17 de agosto con la primera vuelta, Morales observa desde la distancia un proceso electoral que lo ha dejado al margen. A pesar de su aparente irrelevancia, su influencia en la política boliviana sigue siendo un tema de debate.
En Lauca Ñ, Morales ha establecido un cordón de seguridad rotatorio para protegerse de la policía, que tiene una orden de aprehensión en su contra. Se le acusa de haber tenido un hijo con una menor de edad durante su mandato y está siendo investigado por trata de personas, acusaciones que él considera infundadas y parte de una venganza política. A pesar de su situación, Morales continúa exigiendo la posibilidad de postularse nuevamente a la presidencia, aunque la Constitución se lo impide.
La crisis del MAS y el ascenso de la oposición
El Movimiento al Socialismo (MAS), el partido que Morales ayudó a fundar y que fue hegemónico durante dos décadas, ha visto su apoyo electoral desmoronarse. En cinco años, el presidente Luis Arce ha logrado reducir el caudal electoral del MAS de un 55% a casi un 2% en las encuestas actuales. Esta caída se debe a una combinación de factores, incluyendo la crisis económica, la falta de dólares y el desabastecimiento de combustible en un país que es rico en gas.
La división de la izquierda boliviana en diferentes candidaturas ha complicado aún más la situación. Morales ha tenido conflictos con Arce, a quien considera un traidor, y ha intentado constituir su propio partido, que planea llamar Evo Pueblo. Sin embargo, hasta ahora no ha tenido éxito en este empeño. En las encuestas, los candidatos de la oposición, como Samuel Doria Medina y Jorge ‘Tuto’ Quiroga, están en los primeros lugares, mientras que los representantes de la izquierda apenas alcanzan un 10% de apoyo.
La influencia persistente de Morales
A pesar de su ausencia en la campaña, Morales sigue siendo un factor clave en la política boliviana. Algunos analistas sugieren que su colchón electoral podría ser significativo. Según encuestas recientes, el voto blanco, nulo e indeciso alcanza casi el 24%, superando incluso a Doria Medina, quien lidera con un 21%. Esto sugiere que, aunque Morales no esté en la boleta, su influencia podría ser determinante en el resultado electoral.
El periodista Raúl Peñaranda ha señalado que, aunque Morales es el político más rechazado del país, algunas encuestas indican que podría obtener hasta un 30% del voto si decidiera postularse. Sin embargo, su figura parece estar opacándose, y muchos creen que su tiempo en el centro de la política boliviana está llegando a su fin.
La amenaza de un nuevo ciclo político
Con la inminente elección, se prevé que el próximo gobierno será débil y tendrá que formar coaliciones para gobernar. La mayoría de los candidatos en la contienda son contrarios a lo que representó el MAS, lo que sugiere que Bolivia podría estar entrando en un nuevo ciclo político. La división de la izquierda y la pérdida de apoyo del MAS podrían abrir la puerta a un gobierno que no incluya a Morales ni a su partido.
El próximo encuentro de Runasur, un bloque de organizaciones sociales de izquierda latinoamericana impulsado por Morales, también ha generado controversia. La diputada opositora Janira Román ha solicitado al gobierno de Arce que impida esta reunión, considerándola un grupo subversivo. Morales ha intentado integrar a Puno en este proyecto, lo que le valió ser declarado persona non grata en Perú.
En resumen, la situación de Evo Morales es un reflejo de la compleja dinámica política en Bolivia. Aunque su influencia persiste, su futuro en la política nacional es incierto, y su legado podría estar en juego en las próximas elecciones.